Cerro Áspero (Córdoba): la peor acampada de mi vida

Cuarta parte (FINAL)

Antes de leer esta parte (la última) de la historia, no dejen de entrar a las tres primeras partes para poder entender como habíamos llegado al punto en el que se estaba inundando nuestra carpa:

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

cerro áspero córdoba

   – ¡Guido! ¡Facu! ¿Están despiertos?

Había caído un rayo tan cerca de nuestras carpas que la explosión nos sobresaltó a todos. Juan nos estaba gritando desde su carpa.

– ¿¡Escuchaste eso, Juan!? – le gritó Guido.

– ¡Si! ¡si! ¡No puedo creer!

Estábamos asustados. A eso había que sumarle el hecho de que nos estaba lloviendo adentro de la carpa y que afuera la tormenta rugía tan fuerte que casi no podíamos escuchar la voz de mi hermano. Miraba para todos lados y me parecía surreal la cantidad de agua que se filtraba por las telas de la carpa. Había salido de mi bolsa de dormir, me había sacado las medias porque estaban mojadas y guardé los cargadores del celular y la batería portátil en la mochila, para que no se arruinaran.

– ¡Juan, escuchame! ¿A ustedes les está lloviendo adentro de la carpa?

   – No, no. Acá estamos secos. Tomi se acaba de despertar… ¿Por? ¿Se están mojando? ¡Vengan a dormir acá!

Buenos vecinos

Ahí nos dimos cuenta de que lo que nos estaba pasando no era lo normal. La carpa de los chicos no estaba inundada. Solo la nuestra. Guido empezó a guardar desesperadamente todas sus cosas en su mochila. Yo agarré mis zapatillas, mi bolsa de dormir y mi celular. En la desesperación, abandoné todo el resto de mis cosas.

Guido abrió el cierre de la carpa y, aunque estábamos separados de los chicos por unos 50 centímetros, casi no veníamos su carpa por la cantidad de agua que caía del cielo y por la negrura de la noche. Guido salió de nuestra carpa, metido en su bolsa de dormir y con su mochila en la mano. Juan y Tomi ya nos estaban esperando con la puerta abierta.

Guido se tiró cuerpo a tierra dentro de la carpa de los chicos y lo aplastó a Tomi. Yo lo seguí. En los dos segundos que tuve para ver el panorama que nos rodeaba, se me heló la sangre: decenas de rayos cayendo por todos lados en la montaña.

– ¡Perdón, Tomi!

– Guido: me mataste.

No se si fueron los nervios, pero nos agarró un ataque de risa que no podíamos parar. Los cuatro estábamos sentados otra vez en la carpa de Juan y Tomi. Rápidamente cerramos los cierres de la puerta, ya que estaba entrando agua, y nos acomodamos como pudimos.

Los chicos estaban acostados cada uno en un extremo de la carpa, así que Guido y yo nos acostamos en el medio.

Divague: primera parte

– Chicos, nos vamos a morir acá.

– Para mi en algún momento nos va a caer un rayo.

– ¿Sabían que si cae uno a pocos metros nos puede incinerar los órganos internos?

– Nadie sabe que estamos acampando en este lugar.

– Yo voy a tratar de dormir.

– ¿Qué prefieren: rayos que tiren pumas o pumas que tiren rayos?

– Que suerte que tienen que nunca se les mojó la carpa.

– ¿Hay pumas en el cerro Áspero?

– Que mierda que no hay señal.

– Facu ¿tu mochila quedó en la otra carpa?

– Voy a mandarle audios a mi familia para que los reciban cuando trasladen nuestros cuerpos.

– Deberíamos haberle avisado a alguien que íbamos a acampar acá.

– Chicos: Tomi durmió todo el tiempo.

– Lo único que espero es que, si nos morimos, que sea instantáneo.

– Tendríamos que haber dormido en el auto.

– ¿Podemos ser tan boludos?

   – ¡Hey! Me estoy mojando…

Esa es la ley primera

Había empezado a entrar agua, y nos estábamos mojando los pies. Corrimos las cosas que estaban del lado de la puerta de la carpa, sobre todo mochilas y zapatillas, y vimos que lo que entraba era un hilo de agua nomas, así que no le dimos demasiada importancia. Al lado de la otra carpa, eso no era nada.

Serían las 3 y pico de la mañana cuando Tomi y Guido se quedaron dormidos.

– Facu: tapate con tu bolsa de dormir que hace un frío de muerte – me dijo Juan.

Mi bolsa de dormir estaba empapada, por lo que la terminé dejando a nuestros pies, donde estaba entrando un poco de agua, y me había acostado entre Guido y Juan sin nada, descalzo y temblando del frío.

   – Esperá que abro mi bolsa de dormir y la usamos los dos como frazada.

Gracias, Juan. La verdad me salvó. Estaba tiritando, pero no quería molestar a nadie.

Vigilia

Serían las 4 de la mañana cuando ya todos se habían quedado dormidos. Yo no lograba entender como podían conciliar el sueño. Intenté dormir varias veces, pero por más que mantuviera los ojos cerrados durante 10 minutos seguidos, no lo lograba.

La tormenta en lugar de calmarse se intensificaba cada vez más. Yo no podía entender como seguían cayendo tantos rayos y tanta agua. Había vivido tormentas impresionantes en muchísimos lugares, pero nunca una así. Suelo ser un fan de las tormentas. Me encanta escuchar el ruido de la lluvia y los truenos para dormir. Pero esto era el mar de Galilea.

Cada tanto un rayo caía lo suficientemente cerca como para despertar a los chicos. Aprovechaba para hablar un rato, ya que yo sabía que no iba a lograr quedarme dormido.

Mi hermano me preguntó si yo creía que nos íbamos a morir. Le dije que sí. Por primera vez en la noche lo estaba considerando como una posibilidad probable. Eran tantos los rayos que caían que por lógica uno tenía que darnos de lleno. Y me puse a pensar cuántos días iban a tardar en encontrar nuestros cuerpos.

Tomi y Guido se pusieron a deliberar si un rayo iba a preferir salir por una gran roca o por la carpa. Tomi era un poco más optimista que Guido. Yo me arrepentí de no haberle dado más bola a mis clases de física, ya que me hacía todo tipo de conjeturas catastróficas.

Cuando volví a ser el único despierto, decidí sentarme. No tenía sentido seguir clavándome piedras en la espalda si no iba a poder dormir. Tomi roncaba. Me parecía increíble como alguien podía estar durmiendo tan plácidamente con todo lo que nos pasaba alrededor, ya que además de las explosiones de los rayos, la carpa se iluminaba tanto que se ponía totalmente blanca cada pocos segundos.

El viento empezó a soplar tan pero tan fuerte, que la carpa se movía para todos lados. Mi primo Luis Ariel me la había prestado, y yo ya estaba seguro de que no se la iba a poder devolver. Cuando las ráfagas eran muy fuertes, la carpa se aplastaba tanto que el techo me tocaba la cabeza.

Divague: segunda parte

– Espero que los chicos que nos guiaron hasta acá se den cuenta de que nos podemos llegar a morir y le avisen a la policía.

– A mi me da miedo que nos caiga una ola.

– Igual nadie va a venir a buscarnos. Al menos hasta que no pare la tormenta. Y eso puede ser mañana o en tres días.

– Claro, una ola… ¿No vieron cuando hay inundaciones en Córdoba que los arroyos se convierten en ríos torrentosos en segundos?

– ¿Cómo fue que nunca miramos el pronóstico para ver si hoy iba a haber tormenta en este lugar?

– Chicos ¿si nos vamos ahora? ¿Si agarramos lo necesario y abandonamos todo el resto de las cosas acá?

– Cómo nos va a caer una ola… Estamos sobre un acantilado… Ni que viniera de más arriba y empujara nuestra carpa al Salto del Tigre… Eso es imposible… Es imposible… ¿no?

– A mi me da miedo caminar en la noche y que nos agarren los pumas.

– Bueno… en realidad era bastante obvio. Cuando nos envolvió la nube deberíamos habernos preguntado si no venía con tormentas incluidas ¿cierto?

– Nos comimos todas nuestras provisiones. No podemos quedarnos acá 3 días más.

– Al menos agua no nos va a faltar. Eso es bueno: el ser humano puede aguantar 3 días sin comer mientras tenga agua.

   – Creo que ya todos descartamos ir mañana a Pueblo Escondido ¿no?

Nunca cautos, siempre incautos

En lo único que pensaba (además de que íbamos a morir en cualquier instante) era en que pasaran las próximas 2 horas lo más rápido posible para que saliera el sol. La realidad es que una tormenta eléctrica te puede matar tanto de día como de noche. Pero no era lo mismo. Por la noche los temores se intensifican. Necesitaba que se hiciera de día. Además, me habían empezado a dar ganas de hacer pis, pero no pensaba salir durante el diluvio universal. Lo único que me quedaba por hacer era ocupar el tiempo en pensar.

Nunca en la vida me había sentido tan tonto e irresponsable. Sabía que nadie había insistido para estar ahí. Los cuatro fuimos porque quisimos. Y no solo que nadie se opuso, sino que estábamos mas que entusiasmados.

Pero lo estúpido era que no habíamos pensado en las consecuencias. Tuvimos tantos errores esa noche, que no fue sino hasta que nos agarró la tormenta que nos preguntamos qué hacíamos ahí: no habíamos consultado el pronóstico ese mismo día, y confiamos en el que habíamos estado viendo 3 o 4 días atrás, llegamos casi de noche al cerro Áspero y perdimos tiempo tomando cervezas en lugar de aprovechar la luz del día para caminar y no les hicimos caso al grupo de chicos cordobeses que no solo nos ofrecieron que volviéramos con ellos, sino que nos insistieron.

Todo había sido demasiado incauto. No éramos unos valientes por haber ido a acampar a 2000 metros de altura adentro de una tormenta eléctrica. Éramos unos ingenuos. Y la posibilidad de morir esa misma noche cruzó la cabeza de cada uno de nosotros en varias ocasiones.

Amanece

Alrededor de las 6 de la mañana se fue calmando la tormenta y empezó a aclararse el cielo. Seguía lloviendo, pero ya no caían más rayos.

Abrí el cierre de la carpa y salí. Me alejé unos metros para poder hacer pis. El panorama era increíble: el Salto del Tigre estaba tres veces más caudaloso que la noche anterior. La olla donde habíamos bajado a tomar unas cervezas con nuestros guías cordobeses estaba tan crecida que las piedras donde primero quisimos armar las carpas estaban bajo el agua. Realmente no se que hubiera pasado si las armábamos allá abajo. Calculo que en algún momento se hubieran empezado a inundar, y las hubiéramos abandonado junto con nuestras cosas para no morir ahogados, pero tampoco estoy seguro con la cantidad de agua que caía, y en la oscuridad de la noche, si hubiera sido posible escalar el acantilado para resguardarnos (sin techo ni nada) sobre tierra firme.

Me agarró un escalofrío. Ya estaba seguro de que íbamos a volver a la civilización y que todo iba a estar bien, pero imaginar lo que nos hubiera podido pasar me estremeció.

Me arrepiento un poco de no haber tomado ninguna foto del Salto del Tigre en ese momento, pero la realidad es que en lo que menos podía pensar era en buscar el celular adentro de la carpa. Sí, habíamos sobrevivido, pero todavía no podía relajarme por completo.

El Increíble Hulk

   – ¡La re puta madre que me parió! ¡Estoy empapado! ¿¡Qué pasó!?

Escuché los gritos de Tomi desde afuera, y volví rápido a la carpa. La cantidad de insultos a la tormenta, al Cerro Áspero, a la carpa y a la vida en general que soltó Tomi son irreproducibles. Se ve que durante la noche ese hilo de agua que entraba desde la parte delantera se iba directo a dónde él estaba acostado, ya que la carpa estaba un poquito inclinada para su costado. Juan, Guido y yo estábamos completamente secos (salvo por mi bolsa de dormir). Tomi, su bolsa, sus zapatillas y su mochila eran agua. En cualquier otra situación nos hubiéramos matado de la risa. En ese momento nadie estaba con ganas de reír (mientras escribo esto sí, me estoy acordando y no puedo evitar sonreír).

– Deberíamos esperar a que pare la lluvia y que se sequen un poco las carpas para guardar todo y poder irnos – Guido estaba ya despierto y buscaba su batería portátil para cargar su celular.

   – Yo no pienso quedarme ni un minuto más en este lugar del orto. Estoy re caliente. Voy a salir, armar mis cosas y me voy a ir caminando al auto. El que quiera venir bien. Y el que no, se queda. No tengo problema en irme solo. Pero que me voy, me voy.

– Tomi: esperá 5 minutos que cargo mi celular para poder poner el GPS. Yo marqué un punto en Google Maps donde está el auto así podemos usar la brújula para llegar – le dijo Guido con toda la paciencia y tranquilidad del mundo.

– ¡Yo no espero una mierda! Me voy ya mismo…

– Tomi – le dijo Juan – ¿no te pusiste a pensar que el camino por el que llegamos con el auto debe ser un desastre después de la tormenta de anoche? No se si vamos a poder sacar el auto muy fácil…

   – Tenés razón… ¡La puta madre!

cerro áspero córdoba

Levantamos campamento

Por suerte, Guido no le hizo caso a Tomi y dejó cargando su celular. Nos habrá llevado unos 15 o 20 minutos ordenar todo. Descubrimos cuál había sido el problema de la noche anterior: se nos había volado el cobertor impermeable, y la carpa, que es de tela, había quedado completamente al descubierto. Estaba llena de agua. Salvo mis ojotas, que flotaban, el resto de mis cosas estaban bajo el agua: mochila, parlante JBL, ropa, billetera, zapatillas…

Fue un dolor de cabeza armar todo de vuelta. Mi bolsa de dormir estaba tan llena de agua, que tuve que escurrirla un buen rato para que entre en su funda. Y aún así estaba pesadísima. Éramos un asco los cuatro. Solo pensábamos en bañarnos, pero sabíamos que nos faltarían unas largas horas hasta llegar a un lugar seco y con una ducha caliente. Levantamos todo y nos aseguramos de que no quedara nada de basura en la montaña.

cerro áspero córdoba

Habíamos llegado por la noche y guiados por un grupo de gente que conocía el camino y tenían el Track, así que nosotros realmente no sabíamos cómo volver al auto.

Los cuatro empezamos a opinar, y cada uno creía que debíamos tomar un camino diferente. Después de probar distintas opciones, y volver siempre al mismo lugar, decidimos hacerle caso a Guido que era el único que realmente tenía algo en lo que basarse: ese punto en el medio de la nada marcado en Google Maps.

Como no había señal, de lo único que nos servía era de brújula. Y en la montaña no se puede caminar en línea recta, ya que hay subidas, bajadas o arroyos. No iba a ser fácil llegar, pero no nos quedaba otra opción que intentarlo de esa forma.

cerro áspero córdoba

La primera media hora caminamos sin hablar demasiado. Estábamos cansados (yo no había llegado a dormir ni una hora completa durante la noche), el camino era un desastre y lloviznaba.

cerro áspero córdoba

Por suerte, a medida que íbamos reconociendo ciertas piedras gigantes o algunas apachetas (ofrendas a la Pachamama) que habíamos visto la noche anterior, nuestro humor iba mejorando.

cerro áspero córdoba

No tardamos mucho en empezar a reírnos de lo que habíamos vivido. Incluso Tomi, que había tenido una especie de ataque de locura al despertar, ya estaba haciendo chistes con respecto a los acontecimientos durante el diluvio.

cerro áspero córdoba

En el camino, en lugar de encontrarnos con los perros feroces de la primera vez, nos hicimos un amigo que no sabemos todavía de donde salió, pero que nos acompañó un buen trecho. Tuvimos que retarlo varias veces para que volviera, porque teníamos un poco de miedo que nos siguiera y después perdiera su hogar.

cerro áspero córdoba

Cuando vimos el auto fuimos felices. Sabíamos que todavía nos quedaba una parte bastante complicada, que era sacar el auto por un camino que si la tarde anterior, sin barro ni charcos, había sido difícil, esta vez iba a ser mucho más dificultoso. Pero habíamos sobrevivido, y nada podía empañar ese momento.

cerro áspero córdoba

A eso de las 7 de la mañana salimos de las carpas, y para las 11 ya estábamos llegando a Merlo, San Luis. Nuestro siguiente destino era San Javier, en la provincia de Córdoba. Estábamos hechos un desastre: mojados, embarrados, ojerosos, doloridos… Pero no nos importó: moríamos del hambre y así, asquerosos como estábamos, buscamos la mejor cafetería de Merlo, entramos ante las miradas curiosas de todos los comensales, y nos pedimos 4 desayunos completos con café, tostados, medialunas y jugos exprimidos.

Y fuimos felices. 

Fin.

cerro áspero córdoba

Gracias por haber llegado hasta el final. Dividí este artículo en 4 partes, algo que no suelo hacer, porque no quería que se hiciera muy largo y tedioso. Me dio mucha gracia leer sus comentarios tanto públicos como privados, pidiéndome por favor que les dijera como seguía la historia. Recibí mensajes de amigos, familiares y completos desconocidos. Mucha gente se suscribió para no perderse el final del relato. En su momento la pasamos muy mal. Hoy nos reímos cada vez que nos acordamos de lo que pasamos. Aprendimos una gran lección. Y sabemos que no vamos a volver a ser tan estúpidos (al menos vamos a intentarlo).

Comenten, que respondo todo. Hagan las preguntas que quieran. Suscríbanse. Síganme en Instagram.

Y viajen, que es lo más lindo que hay.

AirBnb es una de las mejores formas de hospedaje en cualquier destino del mundo.

¡Si te registras desde www.airbnb.es/c/facundoromang te regalo 25€ para que uses en tu primer hospedaje! No pierdas la oportunidad de recibir el descuento exclusivo para los lectores de Fuera de Eje 🙂

Si queres seguirme en Instagram, entrá a @fueradeejeblog donde subo historias, consejos y fotos de mis viajes todos los días!